(Tras el paréntesis de la entrada anterior, no creo que tamaño desliz se vuelva a repetir, volvamos a temas serios que nos tienen en un sinvivir a todos)
Una vez más, en Inside View ha llegado el momento de parlotear sobre el cine. No es que tenga mucha idea del asunto, esto, desgraciadamente para los lectores, no es La Claqueta. Sin embargo, la ignorancia es atrevida y, en Inside View, me atrevo con todo. No pretendo dictar clases de cinematografía, ni tan siquiera de crítica cinematográfica, simplemente haceros pasar un buen rato y demostrar que, además de tener cara de tonto, efectivamente lo soy.
Hoy empezaremos nuestra disertación con unas breves notas sobre las armas en el cine y sus consecuencias: heridos, sangre a raudales, muerte y destrucción por todas partes.
Las armas, primera entrega
En primer lugar, hablaré del archiconocido Síndrome de la Bala Vaga , que es aquella que siempre se cae al suelo antes de impactar en el cuerpo de los protagonistas de la película. El enunciado de este síndrome podría ser éste:
“Sea cual sea la distancia a la que se encuentra el tirador, las balas vagas siempre impactarán contra el suelo, exactamente junto a los pies de los pobres tiroteados”
Para que quede más claro, pongamos un ejemplo:
Película, cuyo título no recuerdo, protagonizada por Gene Hackman, en la que éste debe proteger a una mujer que ha sido testigo de un asesinato cometido por un mafioso. La mitad de la película se la pasan en un tren, intentando escabullirse de los sicarios del mafioso.
Al final, como no podía ser menos y para no defraudar a la concurrencia, Hackman, la chica y el tropel de sicarios asesinos suben todos ellos al techo del tren para corretear de aquí para allá cual gráciles damiselas.
En un momento dado, el sicario mayor les apunta con su pistola, el brazo extendido, paralelo al techo del tren y a la altura del hombro. Para mejor comprensión de la escena, digamos que el asesino profesional y sus víctimas están separados por unos diez metros.
El malo dispara, Hackman agarra a la chica y la tira al suelo. Las balas, en lugar de pasar zumbando por encima de sus cabezas, impactan contra el techo del tren, justo al lado de los cuerpos caídos de nuestros bienamados héroes. Es decir: una bala que sale a toda pastilla del cañón de la pistola, cae al suelo nada más recorrer escasos diez metros. No hay duda, es una bala muy vaga.
Complementario del síndrome de la bala vaga es el Teorema de la Pistola con Mala Leche, que puede tener dos posibles formulaciones.
La primera dice así: "Cuando se enfrenten a un malo desarmado, toda pistola en manos de los buenos de la película se encasquillará sin remedio"
La segunda formulación es como sigue: "Cuando el malo se encuentre a tiro, es decir, a menos de tres metros de distancia, la pistola de los buenos se quedará sin balas"
Como corolario del teorema podríamos añadir: "En ambos casos, la reacción de los buenos será siempre la misma: arrojar la pistola contra la cabeza del malo sin que jamás lleguen a acertarle"
Estudiosos del tema han llegado a la conclusión de que este teorema nunca se puede aplicar a los malos excepto cuando queden menos de cinco minutos para terminar la película.
Existen excepciones al teorema. Es el caso de John Wayne, capaz de eliminar a más de setecientos indios sin recargar ni una sola vez su revólver de seis tiros.
Con relación a las armas de fuego, existe una regla de oro que los buenos, siempre respetuosos con la propiedad privada, nunca han de romper: "Si por azar, pura suerte o astucia, consiguen poner a dormir a un malo, jamás deberán arrebatarle la pistola que lleve, aunque los buenos vayan armados sólo con sus buenas intenciones"
Contravenir esta regla acarrea graves complicaciones y, normalmente, la pistola se verá afectada por el teorema anteriormente señalado, el de la mala leche, y se encasquillará o se quedará sin balas en el momento más inoportuno. Por ello, la mejor manera de actuar es no coger la pistola. En caso de caer en la tentación de tener una buena idea, es preciso perder el arma antes de tener la oportunidad de utilizarla.
Por si fuera poco, lo normal es que al intentar arrebatar el arma a un malvado inconsciente, éste se vea atacado por el ya conocido Síndrome Jason, despierte como por encanto y nos eche las zarpas encina.
En una próxima entrega os contaré más cosas de las armas en las películas pero, antes de despedirme por hoy, una última cuestión:
¿Por qué un asesino profesional, tirador de élite armado con un fusil de mira telescópica, es capaz de acertarle entre los ojos a docena y media de secundarios y figurantes, pero es incapaz de ni tan siquiera rozar con una bala al protagonista de la película?
Ahí os dejo la pregunta para que reflexionéis un rato... si es que sabéis.
JOHN WAYNE y su Colt mágico |
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