domingo, 26 de septiembre de 2010

Papi, ¿ya has visto esta película? Parte 5

Imaginemos otra escena cinematográfica: la chica de la película, esa rubia neumática a la que siempre persigue algún maniaco homicida, está en el salón de su casa. SOLA.
De repente, escucha ruidos extraños en el jardín; escucha ruidos extraños en la puerta de atrás; escucha ruidos extraños en la cocina porque, a pesar de la terrible amenaza del psicópata asesino, se ha olvidado de cerrar la puerta con siete candados.
Despavorida, la chica escapa... escaleras arriba hasta llegar al dormitorio. Cierra la puerta con llave; si se le ocurre, coloca una endeble silla a modo de palanca-barricada y se arroja sobre el teléfono para pedir auxilio.
Llegados a este punto, hay dos posibles alternativas, a cual más estúpida.

Primera alternativa
Nuestra protagonista, después de equivocarse 17 veces al marcar y dejar caer el auricular otras tantas, consigue ponerse en contacto con la policía.
El picaporte de la puerta se mueve tentativamente. La chica aúlla.
En la comisaría, una amable telefonista le da las buenas noches. La chica aúlla otra vez y balbucea cosas ininteligibles. La telefonista pregunta el motivo de la llamada. La chica, al quinto intento, consigue decir que un loco intenta entrar en su dormitorio armado con un hacha de siete pies.
El picaporte vuelve a moverse, esta vez con más violencia. La chica, desatada, como un cruce entre Mónica Naranjo y un coyote aullando a la luna, pide socorro.
La telefonista, con gran calma, como controlando la situación, le pregunta su nombre, edad, estatura, peso, color de ojos, número de la seguridad social y gustos musicales.
El hacha del asesino convierte la puerta en mondadientes.
La chica sigue pidiendo socorro. La telefonista sigue pidiendo datos.
El psicópata entra en la habitación, la chica grita, la telefonista pregunta por el color de las cortinas de la salita de estar.
El asesino golpea a su víctima con el hacha. La chica se convierte en carne para hamburguesas.
La telefonista cae en la cuenta de que no le ha preguntado la dirección donde vive y se queda muy sorprendida porque nadie responde ya a sus palabras.

Segunda alternativa
La chica de la escena anterior no llama a la policía sino a su novio, que está al tanto del acoso del malvado criminal y está muy cachas... aunque vive a media hora larga de la casa de su pronto difunta amada y jamás llegará a tiempo para salvarla.
Tras 10 ó 12 timbrazos, tampoco es cuestión de estresarse, el novio descuelga el teléfono.
El picaporte se mueve. La chica aúlla.
El novio pregunta quién llama. Antes de que la chica pueda identificarse, la comunicación se interrumpe, aunque no se corta.
El picaporte vuelve a moverse. La chica palmotea histérica el teléfono y consigue... cortar la comunicación definitivamente.
Al otro lado de la línea, el novio repite la misma acción y se queda con el teléfono en la mano hablándole a un pitido.
El psicópata pulveriza la puerta con el hacha. La chica vuelve a marcar el número de su novio... y escucha la señal intermitente de comunicando porque su amado, cachas pero bastante lerdo, sigue con el teléfono en la mano en amistosa conversación con un pitido.
El asesino entra en la habitación. La chica grita aterrorizada, arroja el teléfono a la cara del asesino, falla, e intenta escapar por la ventana con bastante poco éxito. El maniaco golpea a su víctima con el hacha, la chica se convierte en carne para hamburguesas. El novio... ¡¡¡por fin!!! cuelga el teléfono. Espera y no pasa nada. Llama a su novia por si acaso... y nadie contesta. Se tranquiliza y se va a dormir.

Existe una tercera alternativa, la alternativa telefónica breve. La vi hace unos años en la película "Body Bags" (Bolsas de Cadáveres o Bolsas Forenses, si sois muy puntillosos):
En una gasolinera, una cajera de noche observa, a través del cristal blindado de su cabina, cómo se acerca un asesino sanguinario, con un pesado mazo de hierro en una mano y un machete de metro y medio de largo en la otra.
La cajera, con buen juicio, descuelga el teléfono, marca el número de la policía y, tras cinco o seis timbrazos, le responde la telefonista de guardia.
La cajera grita "¡¡¡Quieren matarme!!!" dos veces... y cuelga el teléfono sin decir su dirección o cualquier otro dato que permita a los agentes de la ley saber dónde está.
   Afortunadamente para ella, la llegada de un cliente que había olvidado la tarjeta de crédito le salva la vida, pero lo normal habría sido que, al igual que las anteriores descerebradas, nuestra amiga hubiese acabado convertida en carne para hamburguesas. El proceso es más rápido, pero el resultado suele ser el mismo.



Michael Myers, mi psicópata favorito. 
Como se puede ver, en su caso y 
a efectos prácticos de picado de carne, 
el hacha es opcional.



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