sábado, 4 de septiembre de 2010

Papi, ¿ya has visto esta película? Parte 2

Otro hecho curioso, que se repite hasta la saciedad en las películas de terror, es que ninguno de los personajes que aparecen en la pantalla ha visto jamás un film de este género. Por ello, no aprenden las lecciones básicas acerca de lo que hay que hacer y, sobre todo, lo que NO hay que hacer cuando te acecha un psicópata asesino.
Por ejemplo, nunca hay que acudir a la policía a contar lo que te pasa, ni tampoco a los amigos más íntimos o a la familia, so pena de acabar con una camisa de fuerza en algún sórdido lococomio. En las películas, nunca, jamás, alguien te cree ni aunque vayas con la cabeza debajo del brazo.
Consejo para guionistas honestos: si la pobre víctima aterrorizada acude a las fuerzas de la ley para contar su triste caso con frases como "No estoy loco, tiene que creerme...", la respuesta correcta del incrédulo agente debería ser: "No se esfuerce, esto es una película y tenemos por norma no hacer caso de casos como el suyo. Si creyéramos lo que nos dice, la película sólo duraría un cuarto de hora, como mucho".
Otro caso: es desconcertante la manía que tienen los norteamericanos por instalar en las puertas de sus casas multitud de cerrojos, cadenas y cerraduras de seguridad. Si en un apartamento esta obsesión tiene algún sentido, aunque el psicópata suele saltar las cadenas con una media patada voladora, en los chalets dichas medidas resultan, cuando menos, chocantes.
¿Por qué, os estaréis preguntando? Muy sencillo: la puerta delantera está asegurada, blindada, pero la trasera suele ser delgada como papel de fumar y, por si esto fuera poco, normalmente la mitad de esta puerta suele ser de cristal, y no irrompible, precisamente.
Además, estas casas tienen siempre grandes ventanales que hasta un niño de ocho años con una horquilla podría forzar, si es que no están abiertos, claro.
En relación a esto, ocurre algo muy curioso: los malos parece que tienen licencia para hacer añicos cualquier cristalera, pero los buenos, quizás precisamente por ser buenos, son incapaces de hacer ni un solo arañazo a las ventanas.
Si el asesino está estrangulando a la pobre chica, su audaz compañero aporreará la puerta con cara de desesperación, tratará de abrir las ventanas lleno de angustia o gritará como un poseso, pero nunca se le ocurrirá romper un cristal para entrar en la casa y salvar a su amada.
Un caso parecido, aunque ligeramente al revés, se da cuando es ella la que quiere salir de la casa para huir despavorida del psicópata. Además de encontrar todas las puertas y ventanas cerradas (por dónde entraría en asesino, me pregunto yo) jamás pasará por su cabeza la idea de lanzar una silla o un pisapapeles contra la ventana para escapar por ella.
Más ejemplos de persecuciones en el hogar dulce hogar: para acabar cadáver a las primeras de cambio, lo mejor es esconderse en un cuarto de baño sin ventanas. Lo hace el 80% de los perseguidos.
O escapar escaleras arriba, sabiendo que, una vez has llegado al final, no hay escapatoria posible. ¿A dónde se puede ir una vez que estás en lo alto de la torre Eiffel, la Estatua de la Libertad o una modesta grúa de 25 metros de alto? La respuesta es fácil: normalmente, a la morgue.
Oigamos una típica conversación de una película de terror: es de noche (en este género siempre es de noche o, si se está dentro de un edificio, desaparecen como por arte de magia los interruptores de la luz). Cuatro jóvenes y bellas amigas huyen despavoridas de un despiadado asesino que las persigue con el sano propósito de hacerlas pedacitos. Convenientemente armadas con una lima de uñas, porque nunca hay que coger nada más grande que un cortaplumas aunque vivas en un arsenal de la OTAN, deliberan sobre cómo dar esquinazo al malo. Una de ellas, la que lleva una enorme y potente linterna que alumbra menos que una cerilla apagada, expone las alternativas que tienen:
– Tenemos dos opciones, acudir a un retén de la Guardia Nacional que está a 50 metros de aquí o internarnos en el bosque 12 kilómetros para llegar a una cabaña solitaria en la que no vive nadie y a la que no van ni las ratas. ¿Qué hacemos?
La respuesta unánime y entusiasta es, por supuesto, "¡¡¡A la cabaña!!!".
Resultado: cuatro lelas menos.

1 comentario:

  1. Cuanta razon tenes!! Y cuantas veces resongamos contra los protagonistas por hacer lo que no tienen que hacer y olvidar que, justamente eso fue lo que hicieron en la primer parte y a raiz de eso murieron todos sus amigos!! Pero como nos gusta! No podemos dejar de ver este tipo de pelis, será que esperamos que algún dia nos sorprendan con una vuelta de rosca diferente? quien sabe... tendremos que seguir consumiendo para encontrar respuestas...

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