La Vaca, la Cabra y la paciente Oveja se asociaron un día con el León para gozar de una vez de una vida tranquila, pues las depredaciones del Monstruo (como llamaban al León a sus espaldas), las mantenía en una zozobra constante.
Con la conocida habilidad cazadora de los cuatro animales, cierta tarde dieron muerte a un Ciervo, cuya carne repugnaba a la Vaca, a la Cabra y a la Oveja, pero que, a pesar de todo, decidieron dividir en partes iguales.
Llegado el momento del reparto, las tres, Vaca, Cabra y Oveja, se pusieron a vociferar acaloradamente, confabuladas de antemano para quedarse también con la parte del León.
Pero esta vez, el León ni siquiera se tomó el trabajo de enumerar las consabidas razones por las cuales el Ciervo le correspondía a él solo, sino que se las comió allí mismo de una sentada.
En medio de los gritos de ellas, podían escucharse expresiones como contrato social, constitución, derechos humanos y otras igualmente fuertes y decisivas.
AUGUSTO MONTERROSO |
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