miércoles, 29 de septiembre de 2010

Desde siempre, un extraño

Haber rebasado la frontera de los cincuenta, deslizándose velozmente hacia los sesenta, parecía una buena excusa para hacer resumen y balance de los años vividos. A fin de cuentas, aquel momento era tan bueno, o tan malo, como cualquier otro.
Nacido en Bilbao casi en la mitad del siglo XX, exactamente cinco años después, desde muy pequeño había percibido que no encajaba con el entorno. Ni tan siquiera en algo tan aparentemente nimio como el fútbol había sido capaz de sentir el más mínimo amor por los colores del Athletic. Peor aún, ya que, sin que existiera una razón lógica, era un madridista acérrimo. ¡Y cómo dolían las burlas de los compañeros de colegio tras el mítico 5–0 de San Mamés!
En el mundo de las artes, incapaz de soportar los latazos de las películas europeas, francesas y españolas en particular, con Chabrol, Saura o Erice a la cabeza del hit-parade de los horrores, prefería cualquier teleserie made in USA o un buen culebrón de Venevisión a “La conquista de Albania”.
Cansado de morir de aburrimiento, había dejado la denominada literatura con mayúsculas para gozar del placer de la ciencia-ficción, del  terror del vilipendiado Stephen King o de las delirantes aventuras de los personajes creados por Tom Sharpe. “Mazurca para dos muertos”, firmada por Camilo José Cela y una conocida marca de fotocopiadoras –escriba quince páginas y repítalas hasta el infinito–, quedó sin terminar; “Rayuela”, de Cortázar, no pasó de la página cien; Milan Kundera permaneció inédito: ¿cómo puede leer alguien una novela que se titule “La insoportable levedad del ser”?
Chillida o Ibarrola, al igual que Tapies y Miró, no eran para él sino embaucadores; la movida madrileña un fraude, y el renombrado RRV (Ruido Radical Vasco), un producto promocionado por un par de críticos madrileños. Musicalmente, sentía más cercana la música country, Van Morrison o el blues de John Lee Hooker que a los gorgoritos de Serrat o las letanías de Xabier Amuriza y otros bertsolaris al uso. Prefería el folk celta a la trikitixa, la dulzaina o la guitarra española. En resumen, era un caso perdido.
El periodismo había sido una vocación temprana pero de ejercicio tardío, aunque el corporativismo clásico del gremio siempre había sido un  concepto ajeno al vocabulario que manejaba. Antes al contrario, periodistas y médicos estaban encaramados ex aequo en el primer puesto del ranking de profesionales a detestar, seguidos a muy corta distancia por los  abogados y los procuradores, esa extraña y siniestra figura que parece creada sólo para sacarte los cuartos cuando te ves inmerso en algún pleito legal.
Una vez metido en el mundo de los medios de comunicación, había conseguido realizar una meteórica carrera, de la nada a una modesta cumbre, para caer en las más profundas simas del desempleo. Tenía que reconocerlo aunque le doliera: era un perfecto inútil en el “arte” de pasillear, puentear, intrigar, apuñalar aviesamente y por la espalda, poner zancadillas y mentir como un bellaco para mantenerse en el lugar alcanzado. Por ello, nada más lógico que despeñarse. No se permiten ingenuos ni idealistas, a no ser para que alfombren el paso de otros con más ambición y/o menos escrúpulos
Políticamente, había apostado siempre al caballo perdedor. Demasiado joven y estúpido para vivir el Mayo del 68, ferviente antimonárquico, marxista convencido –de Groucho y del otro–, ni siquiera podía presumir de un brillante y heroico pasado de militancia antifranquista.
Aunque nacido en Bilbao, como ya se ha dicho al principio, la pugna abertzalismo-españolismo le resultaba tan incomprensible como la física cuántica. Las palabras vasco, español, europeo,... y todo lo que llevan aparejado, himnos, banderas, símbolos, patrias, no significaban nada en absoluto. Ni vasco, ni español, sino todo lo contrario. Hasta ciudadano del mundo se le quedaba pequeño.
¿Acaso no había en el mundo alguien que pensara o sintiera de la misma forma? Por lo que sabía, no. Al menos, no muchos.
Tenía que aceptarlo, era un perfecto ejemplo de forastero en tierra extraña allá donde estuviera.



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