Las armas, tercera parte
Todos sabemos que en los Estados Unidos de Norteamérica es más fácil comprarse una buena Magnum como la de Harry el Sucio que una botella de vino o, en los tiempos que corren, un paquete de cigarrillos. Para el vino te piden el carnet de identidad, certificado de penales e ir acompañado de dos miembros del Congreso, mientras que cualquier psicópata puede adquirir un kit completo de misiles tierra-aire sólo con presentar el comprobante de pago de la última cuota del club de fans de Mickey Mouse.
Sin embargo, a la hora de defenderse de un criminal que acecha en las sombras, nadie tiene a mano un buen revólver del 38, ni tan siquiera una modesta pistola-encendedor, que no mata pero, como el enano del chiste de Gila, desmoraliza un poco. Por ello, no hay más remedio que recurrir a los objetos contundentes o inciso-cortantes que se tengan a mano en casa. Por ejemplo, el socorrido bate de baseball o un cuchillo de cocina de palmo y medio, de esos que se emplean para trinchar el pavo el día de acción de gracias mientras los familiares se insultan con fruición.
Llegados a este punto, al momento en que tenemos el cuchillo en la mano, es cuando comienzan a surgir los problemas, porque ningún protagonista de película, sobre todo si es mujer, tiene la menor idea de cómo utilizarlo.
ASÍ, NO, MARGE |
Para ellos, y para todos los lectores, dedicaré unas líneas a la teoría y práctica de las armas blancas, vulgo navajas, cuchillos u objetos similares.
En primer lugar, es muy importante cómo ha de agarrarse el cuchillo. Por supuesto, en ningún caso como lo hacen en las películas, es decir, con la punta hacia abajo y el brazo en alto. Ejemplo: Anthony Perkins haciendo de Norman Bates en Psicosis.
Salvo que la víctima sea completamente gilipollas, y en estas situaciones los malos nunca lo son, resulta muy difícil apuñalar a alguien de arriba hacia abajo. Primero, porque se te ve el cuchillo a la primera; segundo, porque es más fácil defenderse; tercero, porque en la parte superior del cuerpo hay más huesos y, con la mala suerte que tenemos, seguro que le acertamos a alguno. Hay que hacer notar que la mayoría de las víctimas peliculeras tienen una enfermiza obsesión por apuñalar a su agresor en la cabeza.
ASÍ, MUCHO MEJOR |
La forma correcta de coger un cuchillo es con la punta hacia arriba y el brazo caído a lo largo del cuerpo. De esa manera, el cuchillo queda medio oculto y es más fácil sorprender al malo. Además, una cuchillada en el vientre, de abajo hacia arriba, causa mucho más daño y acaba con los intestinos del criminal bien desparramados por el suelo.
Otro aspecto interesante del manejo de armas blancas es dónde apuñalar al malvado criminal. Y, otra vez, hemos de responder que nunca como en las películas, porque normalmente lo hacen en la pierna. Con ello sólo se consigue cabrear aún más al asesino y, por regla general, perder el cuchillo, que se suele quedar clavado en el muslo. De esta forma, damos un arma más al enemigo, aunque no le haga falta, porque normalmente está bien surtido de ellas.
Una última advertencia en relación a las armas blancas: a la hora de abalanzarse sobre el psicópata, hay que procurar hacerlo por la espalda y no hay que gritar histéricamente para advertirle de nuestras intenciones.
Esta sencilla regla es sistemáticamente incumplida por el 97,8% de las víctimas y, al final de la película, por el 100% de los malos.
WOODY STRODE |
Ejemplos de esta incomprensible conducta las encontramos a millares, y muy especialmente en las películas del oeste. En la fenomenal Dos cabalgan juntos, protagonizada por James Stewart y Richard Widmark, aparecía un indio especialmente tontaina llamado Stone Calf (interpretado por Woody Strode). Todo lo que tenía de grande lo tenía de pardillo.
En un momento de la película, James Stewart se encuentra en un claro del bosque preparándose la cena al amor de una hoguera.
A sus espaldas, a unos cinco metros entre los árboles, Stone Calf se desliza como una sombra silenciosa.
Stewart sigue de cocinero, sin advertir lo que se cuece tras él.
El astuto Stone Calf llega al borde del claro sin romper ni una ramita, como buen indio (o nativo americano, que no están los tiempos para querellas por no ser políticamente correcto) que es.
James Stewart sigue en la inopia.
Stone Calf saca su enorme hacha de caza.
Stewart termina de hacerse una tortilla.
Sin hacer el más mínimo ruido, Stone Calf se pone en pie, avanza un paso, entra en el claro... y pega un alarido que despierta a todo bicho viviente en 40 millas a la redonda.
James Stewart desenfunda el colt 45 y le pega dos tiros a un sorprendido Stone Calf.
Mientras cae herido de muerte, Stone Calf parece pensar:
¿Cómo demonios ha sabido que le iba a atacar?
Sencillamente ocurrente, divertido, inteligente. Chapeau!
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