miércoles, 27 de octubre de 2010

Gastronosuya 1

A pesar de lo que digan Arguiñano o Subijana en sus programas de televisión, realmente la cocina tiene un único secreto: que no te importe el sabor de lo que tú mismo cocinas. Si lo consigues, todo irá sobre ruedas.
Para ayudarte en la noble y arriesgada labor de cocinar sin saber distinguir una sartén de una espumadera, en ésta y en entradas posteriores te daremos algunos sabios consejos fruto de una larga experiencia de visitas a las salas de urgencia de los hospitales de medio mundo.
En capítulos coleccionables...

"Hogar, dulce hogar. Consejos para supervivientes"

A QUE NO HAY HUEVOS...
No se puede negar que la cocina tiene sus riesgos. Dos de los más graves son el envenenamiento y la inanición. Lo malo es que, si pretendes evitar el primero mediante el procedimiento de NO comer, caerás inevitablemente en el segundo.
De todas formas, estos aterradores peligros no son nada comparados con los estragos que provoca la afición desmedida a la gastronomía. Por ello, no te intereses nunca, nunca, pero nunca, nunca, por la preparación de las comidas. El mundo no necesita otro cocinillas. Además, el espectáculo de un hombre de pelo en pecho disertando sobre las virtudes del estragón en polvo repugna a cualquiera con un poco de sensibilidad.
Tus amigos preferirán la muerte antes que verte como un loco en la cocina echando nueces a la fabada o haciendo un amasijo asqueroso con la lechuga.
Tus amigos preferirán la muerte antes que probar cualquiera de tus comistrajos.
De hecho, tus amigos preferirán la muerte a secas
Pero, sobre todo, preferirán un buen restaurante.
Si insistes en tu empeño de no hacerme caso, siempre puedes echar mano de un par de toneladas de sal de frutas.
Pero, desengáñate, si de verdad fueras cocinero, ya te habrías dado cuenta...
Llevarías siempre puesto un de esos gorros tan raros.

NOTA: como se puede apreciar fácilmente, estos consejos van dirigidos al público masculino que tiene el (mal) gusto de leer este blog

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