Un día más, en Inside View, van a quedar patentes mis amplios desconocimientos, mi más absoluta ignorancia sobre el objeto de esta serie de entradas: el cine.
El tema de hoy...
Las armas, segunda parte
Quienes tengan una mínima experiencia en el manejo de las armas de fuego, por muy mínima que sea, han de saber que, cuando se dispara una pistola, una escopeta (aunque sea de feria) o un fusil de asalto, se produce un fenómeno que lleva por nombre retroceso.
Para los totalmente ignorantes en la materia, explicaré que el fenómeno del retroceso, como su propio nombre indica, hace que el fusil o la escopeta se mueva con fuerza en dirección contraria a la bala, incrustándose ferozmente en el hombro del tirador. A este respecto, y para los excesivamente legos, es preciso hacer una advertencia: para evitar que la culata nos machaque el hombro no es conveniente colocar el arma al revés, con el cañón mirando hacia nosotros, porque en ese caso será la bala quien nos perfore la clavícula.
Pero volvamos al retroceso. Por su causa, y gracias a una serie de reacciones físicas, momentos de fuerza y palancas que sería muy prolijo explicar... y de las que no tengo la menor idea, toda arma disparada tiende a ponerse en posición vertical. Este fenómeno es más acusado cuando se dispara una ráfaga.
(Hay otras cosas que tienden también a ponerse en posición más o menos vertical, pero no son el objeto del análisis de hoy. Si acaso, cuando lleguemos al capítulo XXX)
Cuando disparamos una ráfaga de un fusil ametrallador, y de forma ineludible, el arma se comporta como un puente levadizo. La primera bala tendrá una trayectoria más o menos paralela al suelo, todo depende de la habilidad del tirador, pero a partir de la décima no hay manera de controlar el movimiento salvaje del fusil.
¿Qué quiero decir con todo este rollo? Muy sencillo: seguramente estaréis cansados de ver a los protagonistas de cualquier película de acción entrar en una habitación, armados con un M-16 o un Kalashnikov en cada mano, disparando a diestro y siniestro, contraviniendo todas las leyes de la física, porque los fusiles no se desvían ni un milímetro de la horizontal: es el archiconocido efecto del retroceso nulo. En la vida real, cualquier pardillo que intentara hacer lo mismo, dejaría el techo lleno de agujeros y acabaría como un colador, acertándose con sus propias balas.
Como en la realidad, y en el cine con más razón, todo tiene sus excepciones, y el efecto del retroceso nulo también las tiene. Si bien es cierto que en las manos del héroe las armas parecen haber sido dopadas con valium, esas mismas armas en poder del secundario cómico saltarán enloquecidas, como si tuvieran vida propia, causando estragos entre los presentes. De hecho, si un secundario cómico quiere pegarle un balazo a una diana, el lugar más seguro de toda la escena será, sin ninguna duda, el mismísimo centro de la diana.
El más difícil todavía... Arnie, con un ataúd al hombro y manteniendo el arma perfectamente horizontal... ¡¡¡con una sola mano!!! Pero, claro, él es un cyborg... |
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