Hace unos cuantos años tuve la ocurrencia de inscribirme en una lista de correo llamada SKEMERS (de Stephen King E-Mailers), de la que salí tarifando por un quítame allá esa pena de muerte: yo estoy radicalmente en contra y algún descerebrado propugnaba que se le aplicase con saña al ciudadano Bryan Smith, cuyo delito había sido atropellar a King con su furgoneta Dodge Caravan.
En aquel grupo descubrí lo absurdo que es aplicar la dictadura de lo políticamente correcto en el ámbito de la creación, ya sea literaria, cinematográfica o de cualquier otro tipo.
Kathy Bates en Misery |
En 1987, Stephen King escribió una novela titulada Misery, llevada más tarde al cine y protagonizada por Kathy Bates. El personaje central de la novela, Annie Wilkes, además de secuestrar y torturar a un escritor de quien se declara su fan número uno, tiene la particularidad de ser enfermera. En SKEMERS, un grupo realmente numeroso integrado por constant readers (fieles lectores) de medio mundo, había alguna que otra enfermera que estaba realmente indignada por el hecho de que su autor favorito hubiese cometido la tropelía de escribir que la tarada Wilkes tenía ese trabajo. “Las enfermeras no somos así”, tronaba de vez en cuando. “¿No podía haber elegido otra profesión?”
(¡¡¡Coño, Ni todos los directores de motel son como Norman Bates!!!)
Qué profesión, me preguntaba yo. Eligiese la que eligiese, siempre habría alguna voz que se alzase para proclamar airadamente que los abogados, los charcuteros, los vendedores de coches usados, los periodistas, los vendedores de seguros, los desempleados, los sexadores de pollos… no somos así. Jocosamente, yo les decía que llevando hasta el límite del absurdo ese razonamiento, los personajes de las novelas no podrían tener ocupación alguna porque siempre habría alguien que se quejase de que los miembros de su gremio no son así.
Si en la vida cotidiana lo políticamente correcto me parece aburrido, llevarlo al mundo del Arte lo considero una idiotez supina. Imaginaos que Miguel Hernández hubiese escrito esto:
Andaluces y andaluzas de Jaén,
aceituneros y aceituneras altivos y altivas,
decidme en el alma: ¿quién,
quién levantó los olivos?
No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor, ni la señora,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.
Y así hasta el final del poema…
Aunque peor habría sido escribir “Andaluz@s de Jaén, aceituner@s altiv@s…”, porque, ¿cómo demonios se lee en voz alta esa maldita arroba que tanto aborrezco?
El idioma es el que es y tiende a la economía, y la supuesta discriminación o el sexismo, normalmente están en el cerebro de quien lee, ya sea por ceguera ideológica o por desconocimiento de aquello de lo que se habla.
Para terminar, unos ejemplos de palabras políticamente correctas y sus contrarias, las perversas políticamente incorrectas. Como veréis, significan exactamente LO MISMO según el DRAE, así que, ¿dónde está el delito si usamos minusválido o ciego?
minusválido, da.
(Del lat. minus, menos, y válido).
1. adj. Dicho de una persona: Incapacitada, por lesión congénita o adquirida, para ciertos trabajos, movimientos, deportes, etc.
discapacitado, da.
(Calco del ingl. disabled).
1. adj. Dicho de una persona: Que tiene impedida o entorpecida alguna de las actividades cotidianas consideradas normales, por alteración de sus funciones intelectuales o físicas.
invidente.
1. adj. ciego (‖ privado de la vista).
ciego, ga.
(Del lat. caecus).
1. adj. Privado de la vista.
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