viernes, 5 de noviembre de 2010

Autores expoliados

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  No, esto no va sobre los derechos de autor y la denodada lucha de la Sociedad de Golfos Apandadores de España por llenarse el buche, perdón, quería decir por defenderlos....
          
  Vaya por delante que me gusta el cine, a pesar de los titánicos esfuerzos del profesor de la asignatura Cine, en cuarto de carrera, porque lo odiase con todas mis fuerzas. Omitiré su nombre, no le quiero dar publicidad. Bastante obtuvo cuando su libro Mirar la imagen se colocó en el número uno de ventas de las principales librerías de Bilbao (a nadie se le ocurrió añadir una nota que dijese que la compra del libro era obligatoria para todos los alumnos que pasaban por sus zarpas).
  Me gusta el cine, pero tampoco cualquier tipo de cine, todos los tipos de cine. De hecho, confieso ser un colonizado más por la (buena, que la hay) cinematografía USAmericana. El cine español me interesa poco (parafraseando lo que decía hace años un locutor de radio sobre la cultura vasca, imagino que allá por el 2137 se olvidarán de la Guerra Civil y harán películas sobre el siglo XXI); el europeo, especialmente ése en el que a lo largo de interminables planos se ve crecer la hierba, casi nada, salvo raras excepciones; y no digo lo que me parece el iraní y demás cinematografías exóticas porque, una vez más, mi sueldo no alcanza para afrontar querellas multimillonarias.
  Apagad mi Sed de Mal con el majestuoso plano-secuencia que inicia la película y quedaos con todos los antonionis, chabroles y buñueles que en el mundo han sido. Y no me vengáis con la vieja historia de que los mejores, los directores clásicos del cine made in USA eran europeos. Es sólo una intuición, pero me temo que si, por ejemplo, Billy WilderErnst Lubitsch no hubiesen viajado al otro lado del charco, jamás habríamos gozado de joyas como Uno, dos, tres, El Apartamento o Ser o no ser.
Pero hablaba de mi profesor de Cine. Estábamos de acuerdo en pocas cosas, y especialmente en desacuerdo en qué sucede con las obras de arte, ya sean películas, novelas, cuadros o fotografías. Para él, una vez que la película estaba a disposición del público, poco importaba lo que el autor quisiese decir con ella. De hecho, eso era lo que menos importaba, aunque la interpretación de, digamos, un crítico cinematográfico fuese radicalmente contraria a las intenciones del autor.
  Yo siempre le ponía el ejemplo de un conocido, pintor por más señas, que, en el Aula de Cultura de Laredo, tuvo la oportunidad de exponer sus últimas obras. Allí acudió ufano y pagado de sí mismo el crítico de turno, no recuerdo si del Alerta o de El Diario Montañés, que comenzó a elaborar una serie de (para el propio pintor) disparatadas teorías sobre lo que él (el pintor) había querido expresar con tal o cual cuadro. De nada sirvió que el autor de los cuadros negase con vehemencia que tales interpretaciones ni siquiera se acercasen a kilómetros de la realidad. ¿Qué coño iba a saber el AUTOR de las obras de lo que el propio AUTOR había querido expresar con ellas? ¡¡¡Paparruchas!!! ¡¡¡Si sólo era quien las había pintado!!!
RECONSTRUCCIÓN
  Y caso más, relatado por Gabriel García Márquez en EL PAÍS hace milenios, sobre la edición argentina de Cien años de Soledad. Parece ser que en la primera edición en ese país, la letra N de Cien aparecía en la cubierta del libro volteada. Y resultó que, en un examen en la universidad, a uno de sus hijos le preguntaron la razón de que esa letra N apareciese así, invertida, pues debía existir gran controversia y múltiples y sesudas teorías que explicaban tal hecho, aunque la realidad era mucho más prosaica: a quien recibió el encargo de diseñar la cubierta de la novela se le ocurrió que, poniendo la N al revés, llamaría más la atención de los posibles lectores. Ni más, ni menos. Simplemente un recurso para atrapar la mirada de los posibles compradores del libro.
  Así lo contaba García Márquez. Pero, qué va a saber él de estas cosas... ¡¡¡si SÓLO escribió el libro!!!

PS Véase que he acentuado sólo en todos los casos cuando significa solamente. Y así pienso seguir haciéndolo diga lo que diga la RAE.

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