Songs From A Room fue el primer disco de Leonard Cohen que me compré. De hecho, Songs From A Room fue EL PRIMER DISCO que me compré. Un día escuché por la radio You Know Who I Am y, como me sucedió con el morrisoniano Astral Weeks, me enamoré del canadiense para siempre.
Y lo que sucedió la tarde que compré el disco tiene su gracia...
Corrían los primeros años de los 70 y el ambiente sociopolítico en Bilbao era cualquier cosa menos tranquilo. Después de comprar el disco, inconsciente de mí, me fui con los amigos a beber unas cervezas y nos vimos envueltos en una manifestación, ilegal, por supuesto, contra el franquismo. Volaban las balas de goma, así como los porrazos de los grises, y mi única preocupación era que el disco, mi preciado tesoro, no sufriera daño alguno. Me importaba un huevo que algún policía me sacudiera, siempre y cuando el vinilo llegase intacto a casa.
Mis amigos me llamaron de todo, de gilipollas para arriba, pero lo conseguí.
Poemas escogidos, una antología de sus primeros libros, también fue el primer libro de Cohen que compré. Después vinieron las novelas The Favorite Game y Beautiful Losers, y, en el campo de la poesía, The Energy Of Slaves o The Spice-Box of Earth.
Durante muchos años, Poemas escogidos me acompañó a todas partes, literalmente. No había viaje en que no ocupase un lugar en mi maleta; cuando salía de copas, allí iba él conmigo. Creo que, en aquella época, me gané una muy justa fama de zumbado: en cualquier momento, en cualquier lugar, lo sacaba del macuto, me subía encima de una silla, lo abría al azar y comenzaba a leer en voz alta el poema correspondiente.
Como se puede apreciar en la imagen, con tanto ajetreo, así quedó el pobre libro, destrozado por fuera pero inmensamente hermoso por dentro.
Y aún lo amo...
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