Definitivamente, en Bilbao y alrededores tenemos mala suerte con Calatrava, el insigne arquitecto. En otras entradas ya os hablé del Zubi Zuri, ese puente que cruza la Ría bilbaina y que, cuando llovía, se convertía en una pista de patinaje hasta que el ayuntamiento decidió colocar una moqueta anti-descalabros. Hoy le toca el turno al aeropuerto de Bilbao, ese edificio tan bonito que, por su forma, responde al nombre popular de La Paloma, y que realmente no está en Bilbao, sino a unos 10 kilómetros de la capital, en la localidad de Loiu.
Como en el caso del Zubi Zuri, el problema de La Paloma (además de su aspecto de estar sin terminar, como la Universidad del País Vasco, en Leioa) radicaba en que el bueno de Calatrava "se olvidó" otra vez de que en Bizkaia suele llover. No mucho, más de la mitad del año, pero llueve. Y, por si fuera poco, en invierno solemos padecer un tiempo frío y desapacible. A resultas de ese despiste sin importancia, al genial arquitecto no se le ocurrió otra cosa que diseñar la zona de espera de llegada de los vuelos sin cerrar. Es decir, y por expresarlo de forma contundente, aquellos que iban al aeropuerto a esperar a sus amigos o familiares, tenían que aguardar, literalmente, en la puta calle. Problema menor si consideramos que los vuelos nunca, pero nunca jamás, llegan con retraso.
Ni a La Paloma, ni a ningún otro aeropuerto del mundo.
Hace una semana fui a Loiu a recoger a mi hija, que volvía de unos días en Londres, y comprobé que el desaguisado calatraveño había sido subsanado; que, al fin, las obras habían terminado y ya se podía esperar a los viajeros bien resguardado de los chuzos de punta que caían. En la zona de llegada de los vuelos de la UE sólo hay dos bancos para sentarse, pero eso son menudencias.
Mientras esperaba la llegada del avión, con restraso de media hora, por supuesto, me fijé en un panel situado en medio de la sala de espera. Como se puede ver a la derecha, el panel, con el encabezado "sin barreras-oztoporik ez", ofrece información y ayuda a personas con diversas discapacidades físicas (de las mentales no dice nada, así que allí tampoco me pueden ayudar).
Podemos apreciar que, en la parte superior hay cuatro iconos en negro/fondo amarillo que describen las diversas posibilidades.
El primero, arriba a la izquierda, es obvio: un ciudadano en silla de ruedas debe representar a personas privadas de completa movilidad, no autosuficientes o que necesitan ayuda para embarcar y desplazarse.
El cuarto, abajo a la derecha, la figura con el bastón, y como el folleto que se puede encontrar en la parte inferior del panel indica, se refiere a los pasajeros con discapacidades visuales.
El segundo, una oreja cruzada por una franja blanca, dice el folleto que alude a los pasajeros sordos, sí, tal cual. Nada de discapacidades auditivas: directamente sordos. ¿Y por qué no hablan de ciegos en el icono anterior? La corrección política no es una de mis características, pero si fuese sordo me sentiría discriminado. No insultado, no. Si no oigo ni el estruendo de una mascletá en Fallas, me guste o no, soy sordo, y así lo dice el diccionario, pero de igual manera el que no ve ni cantar es ciego.
La duda llegó a mi cerebro cuando reparé en el tercer icono, justo debajo de la silla de ruedas, el que parece la máscara que representa al teatro. ¿A quién demonios se refiere?
Mi mujer y yo, no sé si porque ya estábamos aburridos de esperar, porque beber no habíamos bebido, comenzamos a deliberar al respecto. Y, tras las deliberaciones, vinieron las divagaciones. Y, al final, los delirios.
¿Representará a la gente alegre y a la cabreada? ¿A los blancos y a los negros? ¿O tal vez a los negros y a los chinos, ya que la media cara de la derecha es amarilla? ¿Estarán llamando discapacitados a blancos, negros y amarillos? ¿Querrá decir que en Euskadi no somos racistas y permitimos la entrada a gente de todo color y pelaje? ¿O que los negros tienen mal carácter y los blancos/amarillos son risueños por naturaleza?
Cuando nos cansamos de decir tonterías, fijamos nuestra atención en la parte media del dichoso panel, en esa banda gris que lo cruza de lado a lado. Parecía que algo había escrito en ella, así que me acerqué a ver lo que decía, y de paso afanar un folleto, todo sea dicho. Y sí, había algo escrito en español, inglés, euskera y braille. Información sobre qué hay que hacer en caso de pertenecer a algunos de los grupos anteriormente señalados: pulsar el botón destinado a tal efecto, o llamar a un teléfono 902, que ya podría ser un 900 gratis total.
Y aquí me asaltó otra duda, o dos: si voy en silla de ruedas o pertenezco al grupo representado por el icono incógnita, sea cual sea, no tendré problema alguno en localizar el panel, pulsar el botón de ayuda o llamar por teléfono para solicitar asistencia.
Pero, ¿y si soy sordo como una tapia? Encontraré el panel, oprimiré el botón o telefonearé, y pediré ayuda sin dificultades. Que luego entienda las instrucciones que me den, es otra cuestión. Más aún: ¿cómo sabré que, efectivamente, hay alguien al otro lado si no puedo escuchar su voz?
¿Y si tengo una discapacidad visual total, o sea, si veo menos que un gato de escayola? Si alguien me lo explica, agradeceré en lo más profundo de mi ser que hayan pensado en mí y hayan escrito las instrucciones en braille... en un panel que, por mis circunstacias personales, ¡ay, pequeño detalle sin relevancia!, NO PODRÉ ENCONTRAR.
Soy ciego, ¿recuerdan?
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